miércoles, 16 de marzo de 2011

Vallejo y Girri por Olga Orozco

Mañana 17 de marzo se cumplirá un nuevo aniversario del nacimiento de Olga Orozco. 
Como regalo especial de RP les queremos ofrecer dos reseñas críticas que con el seudónimo de Martín Yanez, la poeta realizó en 1969 para la Revista Claudia.











Poemas elegidos


Es la que sucede en los Poemas elegidos, de Alberto Girri (Losada, 175 págs, 350 pesos). Precedida por un excelente estudio de Jorge A. Paita, esta selección, que comprende poemas de once libros publicados a lo largo de 19 años, muestra la trayectoria de una de las voces más auténticas y originales del panorama lírico de nuestra lengua. Desde Playa sola (1946), hasta El ojo (1964) podemos seguir un itinerario de rigor sin desfallecimientos, sin transitorias tentaciones. Ese difícil equilibrio culmina en una poesía desnuda, ascética, precisa: la palabra se despoja desde el comienzo de toda función ornamental, de toda fácil cadencia, de todo lujo sensual, para asumir su valor de signo exacto, de justa representación.
Adelgazado al máximo por un procedimiento de alquimia primordial que quita al vocablo todo aditamento entorpecedor, toda carga vana, el lenguaje sigue la línea sutil del pensamiento y hasta del sentimiento, se filtra hasta los estratos más profundos y extrae su material nítido y puro en inalterables cristalizaciones.
No se trata de una maestría verbal. A la depuración de la palabra se une la del espíritu, en identidad de tono y actitud. Ambos planean juntos en la enunciación o en la alabanza, en la sentencia y en la admonición. Ambos brillan juntos en un rayo creador y aniquilador, pues un universo se sobrepone a otro en extremo enjuiciamiento.
Tampoco significa frialdad. Si Girri descarta la anécdota, la intercalación narrativa, la peripecia personal, es para identificarse con el hombre -cualquiera sea el nombre histórico que tome-en su impulso hacia lo absoluto; es para asumir el mundo que rueda hacia lo intemporal, porque "el nombre, porque todo nombre es imitación de lo nombrado, limitación de lo innombrado"


VIDA DE POETA

Fue un hombre cálido para unos pocos y huraño para su tiempo, un pesimista en materia amorosa y un insatisfecho de la vida, un militante social varias veces encarcelado y un pensador incomprendido. También, como Lorca, como Martí, empezó y terminó hallando una síntesis vital en la poesía. Su Perú —el Perú de los primeros cuarenta años de este siglo— hizo oídos sordos a sus aullidos. Aunque su producción no fue excesiva como la de Neruda, César Vallejo —que de él se trata— hizo del anonimato corazón y dio a su país algunas de las letras más valientes: un simbólico poemario, "Los heraldos negros" (1918), un arte poético, "Trilce" (1922), testimoniales "Poemas humanos" (1939) que se hicieron eco del sufrimiento español precipitado por la guerra civil. André Coyné, poeta francés y peregrino en diversos países de América, no pudo evitar el atractivo de este raro portavoz al atravesar la pálida llanura literaria incaica. En "César Vallejo" (Nueva Visión, 320 páginas, 980 pesos) penetra en su espíritu, en sus reflexiones. Lo hace con una lupa exhaustiva y una reveladora mirada turística. A menudo se deja sorprender por detalles que los americanos solemos pasar por alto y en los que, sin embargo, reside mucho de la magia y el encanto que envuelven la figura y la obra del comprometido poeta peruano.

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