27.
La niña camina por el pueblo
y se le ven los muertos
Entra en una casa
los desparraman
e invita a la ronda.
Toda la tarde
juegan a espadas, a que
congelan piedras, a
hinojos que despiertan,
a sapos lloviendo,
a que nunca gritarán las madres.
A los niños les tapan los oídos.
Los entelarañan
porque pueden verla,
la que más respira.
Porque pueden verlos
sus muertos
son lo único que está entero.
Poema 33:
Lenta de venir
del patio con las sábanas secas,
la toalla enredada en el cuello
y esa manera de llamarme
sin manos, con la cara,
me obliga
a deberle las llaves de mi casa,
el botón de la camisa, la fruta sin límites.
Porque siempre es de día en los recuerdos
tendré que llamar a mi abuela
para que se haga la noche;
ahora que ella está jugando
con sus plantas blancas
en un universo amarillo.
de "Ea" María Julia Magistratti, Ediciones del Mono Armado, 2007
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