Lo que sigue es una lectura de Cadencias, el
libro de Valeria Cervero, a través de las siete palabras que dividen las
agrupaciones de los poemas: laberinto - espejos – guía - abrigo -
juegos- lengua- duración.
La figura arquetípica del laberinto suele introducirnos
en un dilema tan mítico como existencial, «como en el viento/ el día afuera del
ser/». Aún así se vislumbra una salida: «caminos sin cuándo/ y una voz/ que
guía/ desencuentros/ en el final de cada cuerpo».
Los espejos son ese espacio de alienación donde el sujeto se constituye desde fuera (Lacan), donde «Yo es otro» (Rimbaud), donde según Borges «los espejos y la creación son abominables porque multiplican el número de seres». En Cadencias los espejos y su «imagen precipicio» y algo que llama a callar: «días en que sólo soy un silencio. /
este». Ante la intemperie que propicia el poema necesitamos abrigos momentáneos, cobijos parciales, donde una palabra se hace guía o hilo de
Ariadna para salir del laberinto: «la madrevoz advierte…/ y decidís tucuerpo/ aunque desmadre»
La lección del juego es la instancia más alta en la filosofía de Nietzsche o Bataille: «frente al pequeño respiro azul/ en el espacio/ sin espejos/ sólo se puede/ ser/ el propio ausente/ olvidadiós».
Juego del carretel donde la destrucción del dios gramática nos posiciona en un
nuevo lugar en tanto usuarios de la lengua: «tar tamu deces/ siempre/
pequeña imagen/ sindecir a menos que/ Espanto/ irrumpa».
Y pese a que «apenas partimos / y casi creemos decir lo nuevo/ pero solo decimos/ nuevamente», es la poesía lo que instaura un nuevo discurso, un nuevo emplazamiento, una nueva posición en el mundo.
Queda una última instancia: la de la duración.
Somos temporales y en tanto haya un final, habitar o vivir es imprescindible: «un pacto/ pleno/ de estar// ahí».
Javier Galarza
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