martes, 18 de octubre de 2011

Páginas de la herida de John Berger








Tormentas del siglo XX



El rayo, guadaña,

siega la lluvia.

Vendas de agua

caen como las ropas

-¡oh los grandes abrigos de las despedidas

aquellos abrigos grandísimos

que nunca volvían-

caen como las ropas

del ausente

en el campo vacío del cielo.




Y en la hierba de esta lluvia

flores

que crecían con la fuerza de los ríos

-¡oh los bolsillos del barquero

repletos con las cartas

los silencios y los números prometidos

de los que partieron-

que crecieron con la fuerza de los ríos

en los estuarios.




Todas las flores empezaron

en la palma de una mano,

cada pétalo

en origen

un gesto un movimiento

una caricia




Pon tu jardín en mi mejilla

tu jardín con cinco dedos

en otra ciudad

en mi mejilla.




El carro de heno

cargado con truenos

va rodando por el cielo.



Separación


Nosotros con nuestro errático lenguaje

nosotros con nuestros acentos incorregibles

y otro palabra para leche

nosotros que llegamos en tren

y nos abrazamos en los andenes

nosotros y nuestros vagones

nosotros cuya voz en nuestra ausencia

está enmarcada en la pared de un dormitorio

nosotros que lo compartimos todo

y nada:

ese nada que dividimos en dos

y tragamos con un sorbo

de la única botella,

nosotros a quienes el cuco

enseñó a contar

¿Por qué moneda

han cambiado nuestro canto?

¿Qué sabemos de poesía

en nuestras camas solitarias?



Somos expertos en regalos

los envueltos

y los que se dejan subrepticiamente.



Antes de partir escondemos nuestros ojos nuestros pies

nuestras espaldas

lo que nos llevamos es para la rejilla de los equipajes.

Atrás dejamos nuestros ojos

en los marcos de las ventanas y en los espejos

nuestros pies atrás

en la alfombra junto a la cama

nuestras espaldas en la cal de las paredes

y en las puertas colgadas de los goznes.

La puerta cerrada detrás de nosotros

y el traqueteo de las ruedas del vagón.



También somos expertos en tomar.



Nos llevamos los aniversarios

la forma de una uña

el silencio de un niño dormido

el sabor de tu apio

y la palabra para leche.

¿Qué sabemos de poesía

en nuestras camas solitarias?



Vía única, empalmes y

Apeaderos

leen en alto para nosotros.

No existe poema con versos más largos

que las líneas que hemos cogido.

Como chalanes sabemos cómo

calcular la distancia en la boca

Y juzgar su dolor por los dientes.



Con mulas, a pie

en camiones y líneas aéreas

en nuestro corazón

lo llevamos todo,

cosechas, ataúdes, agua,

gasóleo, hidrógeno, carreteras,

las lilas florecidas y

la tierra apaleada en la fosa común.

Nosotros con nuestras malas noticias del extranjero

y otra palabra para leche

¿Qué sabemos de poesía

en nuestras camas solitarias?



Como las comadronas sabemos de

la preñez en las mujeres

y cómo dan a luz,

como eruditos sabemos

lo que hace temblar al lenguaje.



Nuestra carga.

La unión de lo que ha sido dividido

hace temblar al lenguaje.

A lo largo de milenios y de la calle del pueblo

por tundras y bosques

a través de adioses y puentes

hacia la ciudad de nuestro hijo

hemos de llevarlo todo.



Nosotros contenemos poesía

Como los trenes de mercancía del mundo

Transportan ganado.

Pronto los regarán

en las vías muertas.




De "Páginas de la herida" Ed Visor de Poesía- Madrid 1995

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